Suéter

Hoy me pidió mi suéter por primera vez. Quizá para ella no tuvo importancia, pero para mí fue algo especial; y no por el hecho en sí mismo, sino por lo que vino después. Más tarde, a solas en la oscuridad de mi habitación tomé la prenda anhelando encontrar su aroma… y así fue. Era una fragancia suave pero colmada a ella: dulce, más no melosa; limpia, más no vana; cálida, más no abrasadora. Tenía, en cada partícula, la justa medida de ella. Fue una experiencia tan íntima, tan cándida, tan mía… que no osaría hablar de ella ni siquiera con ella.

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